3º día DEBATE mes Junio: RECORTES EN EDUCACIÓN!!
Ahora quiero que miremos atrás, cinco décadas no es nada, y cuanto hemos avanzado!! pero jamás debemos olvidar lo que ha sido la EDUCACIÓN de la mayoría de nuestros padres y abuelos.
Pretendo ofrecer una pequeña
información sobre la cultura, costumbres, la disciplina y los métodos
educativos y pedagógicos que eran empleados por los maestros de la post
guerra.
La escuela, el niño y los libros son los temas principales de la escuela.
CADA MAESTRILLO TIENE SU LIBRILLO.
En
1900, el panorama de la escuela española era un tanto desolador. A
pesar de que desde el año 1857 los gobiernos contaban con una buena ley,
LA LEY MOYANO, capaz de poner orden en el caos, de hecho
nadie la aplicaba. “Cada maestrillo tiene su librillo”, se decía, y era
cierto. En “Cada maestrillo tiene su librillo”, se decía, y era cierto.
Míseramente
retribuido, poco considerado socialmente, basaba su trabajo en la
autoridad personal, una rígida disciplina y el respeto que los alumnos
le debía y por el que jamás cuestionaban
sus decisiones. Ser maestro era una vocación. Para sus discípulos, era
la guía y el modelo a seguir; le temían, aunque también podían venerarle.
En los pueblos y ciudades pequeñas se le consideraba parte de las “fuerzas vivas” locales, junto con el cura, el farmacéutico y el médico.
PASAS MÁS HAMBRE QUE UN MAESTRO DE ESCUELA.
En 1910, el sueldo de un maestro era de 1000 pesetas anuales, muy inferior al de un peón de la construcción.
Hasta tal punto era penosa su situación económica que el saber popular
termino por acuñar la triste y expresiva frase: “PASAS MÁS HAMBRE QUE UN
MAESTRO DE ESCUELA”. Así, en los ambientes rurales su esfuerzo y
dedicación se veían recompensados con el agradecimiento
de los padres de los alumnos, quienes, le ofrecían productos de sus
huertos y granjas. Con esto aliviaba en parte la miseria a que su
salario le reducía.
LA LETRA CON SANGRE ENTRA.
Puesto
que la función del maestro se basa en el principio de autoridad, en la
escuela los castigos estaban a la hora del día y, según quien los
aplicara, podían ser en verdad crueles y humillantes para el alumno.
Cualquier falta o incumplimiento de la norma, por leve que fuera, era
merecedora de una reprimenda o un penalización.
Los castigos más habituales eran colocar al alumno en un rincón, de
cara a la pared, con pesadas pilas de libros en las manos y orejas de
burro; los palmetazos, los coscorrones y algún que otro bofetón o la archifamosa
“colleja”. Era también costumbre hacer que el alumno copiara quinientas
o mil veces una frase relacionada con el delito, como “No hablaré en
clase” o “No contestaré a mi maestro”.
AÑOS 60/70
"En las escuelas de chicas, lo normal era que fueras castigada físicamente a la más mínima falta que cometieras en clase.
Por
ejemplo, por no hacer los trabajos que te mandaban para casa el día
anterior, llegar tarde, levantarte sin permiso de la mesa, hablar con
las compañeras, etc.
La
maestra te llamaba a su mesa, y tras mandarte poner los brazos
extendidos y delante de ti, y las palmas de las manos hacia arriba, te
daba unos cuantos golpes con la regla de madera; si intentabas apartar
las manos era peor, pues podías ganarte una bofetada, y golpes más
fuertes en lo sucesivo.
A
continuación, venía lo que se suponía que era el verdadero castigo:
estar toda la tarde de rodillas con los brazos extendidos en cruz, y
totalmente estirados. Para que sirviera de ejemplo al resto de las
compañeras, te mandaban colocarte debajo de la pizarra.
Otra
cosa era que tuvieras que mirar hacia ella o hacia la clase, y que
tuvieras que ver a tus compañeras mientras estabas en el suplicio. En el
primer caso te aburrías más, pero el segundo suponía una vergüenza
añadida, pues tus compañeras podían deleitarse viendo las muecas de
dolor que ponías durante el castigo
Una vez que ya estabas arrodillada y con los brazos estirados, el dolor de éstos últimos ya se
manifestaba a los pocos minutos. Primero era cerca de los hombros, y
los brazos caían tímidamente. Pero a los veinte minutos el dolor era ya
insoportable.
- ¡Esos brazos, los quiero bien estirados!
El grito de la maestra conseguía hacértelos levantar a duras penas y valía para unos cuantos minutos.
Las
rodillas tardaban más en empezar a doler, pero cuando lo hacía era con
dureza. Cuando nos castigaban al lado de nuestra mesa, hacíamos
“trampa”, y nos colocábamos un libro bajo las rodillas, para evitarnos
los dolores (siempre que la profesora no nos descubriera), pero a la
vista de todo el mundo y con la falda del uniforme por encima de las
rodillas era imposible escapar.
Entonces uno levantaba las rodillas, una y otra, intentando aliviar el dolor, pero esos movimientos sólo lo aumentaban...
Pero,
aun doliendo mucho las rodillas, lo peor era con diferencia el dolor de
los brazos... la parte alta de los brazos, ya cerca de los hombros,
empezaba a quemar; cada vez era más difícil mantener los brazos
estirados y derechos, era insoportable; y lo normal era pasar así hora y
media.
Las
compañeras que habían pasado el suplicio de sostener libros decían que
era un castigo insoportable, pero yo siempre pensé que por lo menos
podían doblar los codos, mientras que aquí no te dejaban...
La
tortura concluía cuando la maestra te “perdonaba” y podías volver a tu
asiento; pero el dolor de los brazos no pasaba hasta muchas horas
después.
las para que tus padres no se dieran cuenta de que habías sido castigada en el colegio, y tal vez recibir otro castigo en casa.
AUTORIDAD.
Autoridad y respeto eran los principios que regían dentro del aula y el maestro era la persona encargada de hacerlos cumplir.
Vestido
siempre con levita, en ocasiones algo raída y deteriorada, su sola
presencia y su actitud altiva bastaban para imponer disciplina, por eso
no importaba si alguna vez el maestro se excedía, desatando el temor en
las conciencias infantiles. Pero todo era para el bien de los niños,
según aquel refrán tan popular entonces que decía.
“Quien bien te quiere te hará llorar”
En los años 40,
50, 60, 70, la cara de Franco la veíamos cada mañana escolar al entrar
en el aula, encima del encerado,a la derecha del crucifijo. A la
izquierda estaba la foto de José Antonio Primo de Rivera.
Gracias a Internet tenemos acceso a todo este tipo de información, es nuestra Memoria Histórica, debemos de luchar POR LOS DERECHOS ADQUIRIDOS, estoy orgullosa de pertenecer a una de las mejores generaciones preparadas de nuestra España (años 70) y que ahora que soy madre QUIERO QUE MIS HIJAS TENGAN LAS MISMAS POSIBILIDADES.
Por eso, aprovechando que hemos afrontado el Debate de los Recortes de la Educación he querido traeros unas pinceladas de el Sistema Educativo de nuestros mayores, no hace tanto ¿eh? no lo olvidemos, me aterra la idea de RETROCEDER.
¿y vosotros que pensáis?
Pienso que sería una pena retroceder, pero que se nos debería dar más autoridad, aunque por supuesto sin infringir esos castigos, a mí no me parecen normales... Pero lo de copiar, yo no lo he mandado, pero si es cierto que antes que copiar una frase, que copien la lección, al menos así repasan y se la aprenden jejejeje.
ResponderEliminarEn fín, que ni tanto, ni tan poco...
Un besazo.
pues sí, en esto sabes tú mucho. Pero yo cada día que pasa más negativa soy Tamara, que mal todo lo que esta sucediendo.
ResponderEliminarUn besito.Amelia.