Nuevo capítulo de "Los Reinos de Overlastar III. Tenebris", dedicado a Anescris por su cumpleaños.
Ah Esther (Anescris), Anescris (Esther).
Trabajo te ha costado arrancarme para seguir con el libro, ¿verdad?
Ni amenazas, ni chantajes, ni requiebros ni bailes regionales, ni pócimas, conjuros, ni Vudú, ni nada similar pudieron conseguir que mis ganas de tener imaginancia volviesen.
Sí, la imaginancia no me funciona como a la gente que espera sus musas o su inspiración.
Así no va conmigo eso, la imaginancia la tengo cuando quiero, lo que pasa es que casi nunca quiero.
ESTA VEZ QUISE.
Cumpliste años, unos 15+IVA y bueno, la culpa no es tuya, lo sé pero bueno, tampoco es para buscar culpables en esas cosas, el caso es que pasó, ese día se había ido la televisión y no había otra cosa que hacer, lo comprendo perfectamente, yo nací por un accidente similar, lo que pasa es que ni siquiera había televisiones en mi época.
Ese "aciago" día de actos, el viento soplaba para otro lado y no llegaban las señales de humo de las otras tribus por lo que mis padres no podían leer las noticias. Lo que sí llegaba era el sonido de los Tam Tam y claro, a falta de lectura de señales de humo, pues el ritmo llevó a lo que llevó.
A partir de ahí se inició mi fundación, para desgracia del planeta y del Universo, la verdad sea dicha.
Pero que no estamos hablando hoy de mí, hablamos de Esther, de que cumplió años ayer y bueno, que tengo un modesto regalito para ella, para que se confíe y crea que seguiré con Los Reinos de Overlastar III. Tenebris (espero hasta confiarme yo y seguirlos pero es que entre unas cosas y otras se me quitaron bastante las ganas), tal vez algún día os cuente por qué, tal vez.
Y nada.
QUE TE HICE UN CAPITULILLO.
Y que ese se queda ahí porque hice que continuase con la historia e hilará con lo siguiente a la perfección, como es mi costumbre (ni mota, mi costumbre es liarlo todo).
Y aquí lo llevas, amiga Estersita:
Antes de nada, capturé pantalla de por dónde iba antes de empezar tu capítulo.
Trabajo te ha costado arrancarme para seguir con el libro, ¿verdad?
Ni amenazas, ni chantajes, ni requiebros ni bailes regionales, ni pócimas, conjuros, ni Vudú, ni nada similar pudieron conseguir que mis ganas de tener imaginancia volviesen.
Sí, la imaginancia no me funciona como a la gente que espera sus musas o su inspiración.
Así no va conmigo eso, la imaginancia la tengo cuando quiero, lo que pasa es que casi nunca quiero.
ESTA VEZ QUISE.
Cumpliste años, unos 15+IVA y bueno, la culpa no es tuya, lo sé pero bueno, tampoco es para buscar culpables en esas cosas, el caso es que pasó, ese día se había ido la televisión y no había otra cosa que hacer, lo comprendo perfectamente, yo nací por un accidente similar, lo que pasa es que ni siquiera había televisiones en mi época.
Ese "aciago" día de actos, el viento soplaba para otro lado y no llegaban las señales de humo de las otras tribus por lo que mis padres no podían leer las noticias. Lo que sí llegaba era el sonido de los Tam Tam y claro, a falta de lectura de señales de humo, pues el ritmo llevó a lo que llevó.
A partir de ahí se inició mi fundación, para desgracia del planeta y del Universo, la verdad sea dicha.
Pero que no estamos hablando hoy de mí, hablamos de Esther, de que cumplió años ayer y bueno, que tengo un modesto regalito para ella, para que se confíe y crea que seguiré con Los Reinos de Overlastar III. Tenebris (espero hasta confiarme yo y seguirlos pero es que entre unas cosas y otras se me quitaron bastante las ganas), tal vez algún día os cuente por qué, tal vez.
Y nada.
QUE TE HICE UN CAPITULILLO.
Y que ese se queda ahí porque hice que continuase con la historia e hilará con lo siguiente a la perfección, como es mi costumbre (ni mota, mi costumbre es liarlo todo).
Y aquí lo llevas, amiga Estersita:
Antes de nada, capturé pantalla de por dónde iba antes de empezar tu capítulo.
Sí, ya sé, esas páginas se quedarán en muchas menos cuando lo prepare algún día para libro de papel y tal vez en más si es para Kindle pero aquí están por las que me quedé (las que guardé antes de perder el archivo donde tenía ya unas 150 más y que es parte de mi falta de ganas de seguir con él).
Que ya me dejo de rollos, aquí va la bala.
Cumpleaños de Estheriarel.
Rekilt alzó los brazos como
pidiendo silencio, paz o cualquier cosa que apaciguase el ímpetu juvenil de los
Ralemos y compañía, aunque Nuletsi no daba señales de ninguna clase de
agitación, nervios o ganas de guerra inmediata para nadie, aunque una cosa es
parecer y otra ser o hacer sin parecer.
—
Silencio,
va a hablar el rey Rekilt ––ordenó, como si de un paje se tratase Ralemos 1.
—
Ejem
––carraspeó Rekilt––. Gracias Ralemos primero.
Y luego se dirigió a todos
en general.
—
Desde
que se fue nuestra compañera y hermana de Kalamut ––dicho esto, Kalamut rompió
a llorar––. Tenemos una tradición que no podemos dejar de hacer.
—
Perdón,
rey Rekilt ––interrumpió Roland––. ¿Dónde se fue la tal hermana de Kalamut?
—
Se
nos fue para abajo ––dijo el rey y Kalamut se sonó la nariz con lo primero que
tuvo a mano, una piedra, saltaron chispas en dicho encuentro de nariz, piedra,
todo hay que contarlo también.
—
Vaya,
os acompañamos en el sentimiento, a todos nos aflige perder a alguien y más si
es un hermano, sin duda querido por lo que veo en los gestos de Kalamut
––aventuró Roland, mirando a Kalamut a los ojos, aunque solo se podían intuir
tras tal selva poblada de cejas.
Kalamut se dejó de sonar y
puso mirada o gesto perplejo, ya que la mirada a saber por dónde estaba.
—
No,
no es lo que creéis, Estheriarel no ha muerto, es muy joven todavía, incluso
para los cánones enanos, nada más lejos de eso. Simplemente se marchó de
exploración hacia los túneles más profundos y recónditos de esta montaña en
busca de un mineral raro y muy valioso, el Alburkerke. Comentaros que con ese
mineral se forjan nuestros cascos, nuestras manoplas y las placas que algunos
de los más ancianos llevan por cráneo ya que, tras tantos años de usar el pico
y la pala, les sale más rentable y cómodo romper la roca a cabezazos y bueno,
nadie les culpa de su gran afán minero, impropio de los más jóvenes. Eso sí que
es actitud e improvisación.
—
Pues
ahora sí que ya me despisté del todo, no entiendo a qué esa tradición por
alguien no muerto ––opinó Ralemos 1.
—
Hermanito
––coceó en la espinillas el segundo al primero.
—
Auuus
––se quejó el otro mientras saltaba a la pata coja––. ¿Qué te hice yo ahora?
—
A mí
nada pero creo que le robaste la palabra a nuestro rey. Tan solo eso, hermanito
––apuntó Ralemos 2.
—
Perdón
rey Roland ––se excusó Ralemos 1––. Es que con esto de la magia y de la fuga de
energía creo que pienso más rápido de lo normal en mí, bueno, la verdad es que
antes no pensaba ni rápido, ni lento.
—
No
pasa nada Ralemos, así me ahorro saliva y palabras. Ciertamente eso lo que me
tenía intrigado a mí, la tradición a que se refiere Rekilt y que le obliga a
esperar un poco en nuestra partida.
—
Ah,
rey Roland y amigos, Nuletsi y compañeros de la montaña. Unos ya lo sabéis
porque llevamos unos 30 años realizándola y los otros lo sabréis ahora mismo.
El rey Rekilt puso cara de
intrigante y de pronto puso cara de fiesta.
—
Hoy
es el cumpleaños de Estheriarel, os recomiendo que jamás preguntéis la edad a
un enano.
—
Bueno,
no quisiera ofenderlos jamás, además, mi curiosidad no es tanta ––se adelantó
de nuevo Ralemos 1, llevándose la coz del segundo Ralemos.
—
No se
trata de eso, mi gran guerrero impertinente, inteligente gracias a la energía y
fuerte como la piedra del cinabrio. Más que nada, los enanos no suelen saber
contar, tampoco se paran a medir el tiempo y mucho menos, los que saben contar,
lo saben hasta un número mayor de 100. Que quede claro que es hasta donde he
podido enseñarles yo.
—
Bueno,
mi rey ––interrumpió Kalamut––. Yo he llegado a 111.
—
Ah,
entonces puede que nos puedas decir la edad de tu hermana…
—
La
verdad es que desconozco el número exacto, no lo he llegado a aprender, a ver
si sigues dándonos clases cuando esto se termine.
—
Dalo
por descontado, tenemos que hacer una especie de registro de control de nuestra
gente, tal vez sirva para algo, no lo sé.
—
Yo sí
lo sé ––levantó la mano Ralemos 1 inmediatamente––. Se podría estimar a qué
años un minero enano podría dejar de trabajar, se podría saber cuántos años
lleva trabajando para subirle la paga…
—
Tal
vez no haga falta hacer ningún registro ni nada parecido ––interrumpió esta vez
Rekilt al revolucionario Ralemos 1––. Además, aquí no se cobra y todo el mundo
trabaja hasta que el gran dios de la piedra se lo lleva para buscarle minerales
para él en la otra vida.
—
Pero
sus derechos… ––empezó a decir Ralemos 2 antes que les interrumpiese su padre
de un cogotazo.
—
Calla
hijo, estamos en tierra de enanos, ellos tienen sus normas y sus costumbres.
Hay que respetarlas.
—
Vale
padre pero todo el mundo tiene derechos…
—
Tienes
derecho a cerrar la boca antes de que te la cierre de un manotazo. ¿Entendido
hijo?
—
Sí
padre pero…
—
Silencio.
—
Vale,
aunque tengo un pequeño inciso que decir.
—
NO.
—
Vale
––y empezó a escribir garabatos raros en el suelo con un palo, también una
especie de números, olvidándose de todos y de todo.
—
Sigamos
––respiró en paz Rekilt––. Os comentaba que hoy celebraremos el cumpleaños de
nuestra amiga y hermana Estheriarel, no porque sepamos su edad, aunque sí
sabemos qué día nació y con eso nos vale, ¿verdad Kalamut?
—
Con
eso me sobra, mi querido rey Rekilt.
—
Pues
nada, hagamos los preparativos y esta noche será la gran fiesta. A la que todos
estáis invitados, naturalmente. No sé si Ralemos 2 querrá asistir, viendo lo
liado que está con su palo ––Rekilt echó un ojo a los números que escribía el
guerrero humano en la tierra y se preocupó porque los entendía perfectamente y
también las letras. Disimuladamente y como dando un paseo, sin mirar para
ningún lado, los borró con los pies.
—
Oh,
lo siento Ralemos segundo, no me di cuenta, estaba tan ensimismado pensando en
la fiesta y en la cantidad de aguamiel que tenemos que traer de nuestras
bodegas subterráneas que te rompí el jueguecito.
En un momento pareció que
Ralemos 2 iba a saltar sobre el cuello del rey pero en la siguiente fracción de
segundo…
—
¿Aguamiel?
¿Invitados? ¿A qué hora es la fiesta?
—
Ese
es mi hermano, ha vuelto ––sonrió Ralemos 1, mientras miraba los medio borrados
garabatos de su hermano––. Aunque yo creo que tendría derecho a reclamar por
los daños y perjuicios ocasionados por el rey al romper lo que sea que
estuviese arañando en el suelo con el palo.
—
Déjate
de tonterías hermano, se trata de aguamiel, aguamiel, barriles de aguamiel.
—
¿Tendremos
derecho a mucho aguamiel? Padre, ¿podemos beber hasta perder el sentido? ––fue
lo que se le ocurrió preguntar al primero de los hermanos.
—
No
creo que esta buena gente tenga tanta mercancía, la verdad ––sonrió el padre,
paladeando él también la fiesta.
—
Pues
queda todo dicho, a las 10 en la caverna de las fiestas. ¿Vienes tú también,
Nuletsi?
—
Claro
que no, rey Rekilt, yo tengo varias misiones que hacer mientras vosotros
maltratáis estómago e hígados con tanto alcohol y comida.
—
Tenemos
también espinacas recién robadas a un granjero, previa donación de una bolsita
de pepitas de oro.
—
¿Espinacas
verdes y frescas? ¿Con un riego de óleo por encima?
—
Seguro
que sí, amigo elfo oscuro o medio elfo oscuro. Seguro que sí.
—
Bueno,
tal vez esas misiones puedan esperar a mañana ––dijo Nuletsi.
—
Eso
pensé yo, amigo elfo ––replicó el rey sonriendo.
—
Una
pregunta rey ––dijo Ralemos 1 y el rey tembló ante las ideas y preguntas del
ahora inteligente guerrero.
—
No sé
si tendré tiempo a contestarla o no ––se protegió el rey––. Dime.
—
Aquí
no hay relojes, no hay nada que nos señale las horas. ¿Cómo vamos a saber la
hora de la fiesta?
Rekilt suspiró aliviado.
—
No te
preocupes amigo guerrero, más que saberlo lo oirás. Con vuestro permiso me
marcho a preparar todo ––y se fue por uno de los túneles, seguramente el más
rápido para alejarse de las preguntas del primero de los Ralemos, aunque el
segundo con tantos derechos también le empezaba a dar miedo.
Y bueno, no se sabe si eran
las 10 o qué hora era pero, en un cierto momento del tiempo y del lugar, toda
la montaña pareció temblar con el sonido de una gran campana.
Solo hubo una cosa que
pareció retumbar más que el campanazo.
—
Aguamielllllllllllllllllllllllllllll.
Vivaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.
Sí, ya sabéis de quién se
trata.
hermoso regalo para María Esther
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