Ese día hacía mucho frío y se notaba hasta bajo el grueso traje de piel de oso. Un oso que había muerto en sus brazos y como chica lógica que era, esa cálida piel no se podía desperdiciar, era ideal para hacerse un traje. Aún así, Tarja no tenía más remedio que ir a pescar algunos salmones para su familia, ella es una gran pescadora y se encaminó hacia el lago helado situado a medio kilómetro de su aldea. Con su pericia habitual hizo un agujero en el hielo y preparó los artilugios de pesca. Lo habitual, un palo, un sedal, el anzuelo y el cebo. Introdujo el sedal y cebo por el agujero y se dispuso a esperar que picase algún salmón, de vez en cuando hacía giros con el palo y el cebo se movía allá abajo, en las aguas heladas. Pasaba mucho tiempo y nada picaba, Tarja se aburría, nunca había tardado tanto tiempo en coger algún pez, temía dejar a su familia ese día sin comida. Decidió mitigar el aburrimiento soñando despierta. Soñó con otros lugares, lugares llenos de