Anécdotas sin importancia.
Pues aquí tenemos otras pocas anécdotas acaecidas a famosos y famosillos. Escuchar sin oír. Algunas crónicas cuentan que Oscar Wilde estaba convencido de que, en un gran número de ocasiones, la gente no escuchaba cuando se les hablaba, por lo que para demostrarlo explicaba a sus conocidos la anécdota sobre el día que tuvo que asistir a una importante fiesta a la que llegó tarde. Para justificar su tardanza ante la anfitriona, Wilde puso como excusa que se había demorado debido a que ‘había tenido que enterrar a una tía suya a la que acababa de matar’. La dama sin inmutarse contestó al escritor irlandés: «No se preocupe usted. Lo importante es que haya venido» El miedo qué malo es. Jean-Baptiste Poquelin, más conocido como Molière sentía autentica aversión hacia los médicos, por lo que trataba de no pisar ni una consulta, pero en cierta ocasión cayó enfermo, teniendo una fiebre muy alta, por lo que su esposa, ni corta ni perezosa, hizo llamar a un galeno para que visit