Edgar Allan Poe El Cuervo Cierta noche aciaga, cuando, con la mente cansada, meditaba sobre varios libracos de sabiduría ancestral y asentía, adormecido, de pronto se oyó un rasguido, como si alguien muy suavemente llamara a mi portal. "Es un visitante -me dige-, que está llamando al portal; sólo eso y nada más." ¡Ah, recuerdo tan claramente aquel desolado diciembre! Cada chispa resplandeciente dejaba un rastro espectral. Yo esperaba ansioso el alba, pues no había hallado calma en mis libros,ni consuelo a la perdida abismal de aquella a quien los ángeles Leonor podrán llamar y aquí nadie nombrará. Cada crujido de las cortinas purpúreas y cetrinas me embargaba de dañinas dudas y mi sobresalto era tal que, para calmarr mi angustia repetí con voz mustia: "No es sino un visitante que ha llegado a mi portal; un tardío visitante esperando en mi portal. Sólo eso y nada más". Mas de pronto me animé y sin vacilación hablé: "Caballe