Quizá ha llegado la hora de aceptar que nuestra crisis es más que  económica, va más allá de estos o aquellos políticos, de la codicia de  los banqueros o la prima de riesgo. Asumir que nuestros problemas no se  terminarán cambiando a un partido por otro, con otra batería de medidas  urgentes o una huelga general. Reconocer que el principal problema de  España no es Grecia, el euro o la señora Merkel. Admitir, para tratar de  corregirlo, que nos hemos convertido en un país mediocre .   Ningún  país alcanza semejante condición de la noche a la mañana. Tampoco en  tres o cuatro años. Es el resultado de una cadena que comienza en la  escuela y termina en la clase dirigente. Hemos creado una cultura en la  que los mediocres son los alumnos más populares en el colegio, los  primeros en ser ascendidos en la oficina, los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación   y a los únicos que votamos en las elecciones, sin importar lo que  hagan. Porque son de los nuestros. Estam...