Una cálida tarde de agosto sucedió. Todos te esperaban con afan, sabían que eras su gran esperanza y te hiciste esperar, como los famosos. Nerviosos e impacientes, los consejeros del reino esperaban la grata noticia, hasta el padre parecía un poco nervioso, solo un poco, él era fuerte. La madre pues no pensaba igual, la verdad es que lo que estaba era cansada y algo dolorida, era la que tenía que hacer todo el trabajo y lo estaba haciendo francamente bien, como solamente las madres pueden hacerlo. Siete horas llevaba, 7. El principito se negaba a aparecer en escena y por más que apretaba la madre, más difícil parecía la misión, seguramente estaba a gusto donde estaba pero debía salir, la gente se impacientaba y el reino se tambaleaba. Ante tal tardanza, los consejeros del reino empezaron a pensar que tal vez el príncipe no quería salir porque no le gustaba y que tal vez ese reino debería desaparecer. Normalmente pasaba eso y el procedimiento era fácil y determinante,...